La persona cuidadora hasta conseguir adaptarse a este nuevo rol, puede pasar por distintas fases. Estas fases serían las siguientes:
1. Negación o falta de conciencia del problema
Se utiliza la negación del hecho como un mecanismo para controlar los miedos y ansiedades que genera. La persona se niega a ver las evidencias que demuestran que su familiar o allegado padece una enfermedad.
Otra forma de negar el problema se consigue evitando hablar del deterioro o de la incapacidad que ya está afectando a la persona enferma.
Esta fase es temporal, ya que conforme avanza el tiempo, las dificultades de la persona para mantener su autonomía funcional se hacen más evidentes y son imposibles de negar.
¿Qué hacer para ayudar al cuidador a asimilar la nueva situación?
- Darle tiempo para que vea por sí mismo los cambios que se producen en la persona que pasará a ser cuidada.
- Mostrarle las evidencias de ese cambio (si no las ve por sí mismo). Es decir, comparar cómo era o estaba antes a cómo es o está ahora.
- Hablar de la enfermedad de manera natural.
- Preguntarle cómo se siente y dejar que se exprese.
Todos estos pasos hay que hacerlos con delicadeza y dándole tiempo para que asuma la nueva situación. No podemos enfadarnos si no quiere ver problema, puesto que es un «shock». Forzar a asumirlo podría influir de manera más negativa en la aceptación.
2. Búsqueda de información y surgimiento de sentimientos complicados
Una vez que el cuidador es consciente de la enfermedad, la persona cuidadora piensa en las alteraciones que se van a producir tanto en la persona enferma como en ella misma, ya que es algo que afecta a ambas.
Debido a esto, la cuidadora suele recurrir a la búsqueda de información para aprender todo lo posible acerca de la enfermedad, su evolución, implicaciones y cuidados, así como sus causas o posibles causas.
Esto también se puede considerar una estrategia positiva que se utiliza para afrontar el problema.
¿Qué información suelen buscar los cuidadores?
- ¿En qué consiste la enfermedad? ¿Por qué y cómo se produce?
- ¿Cómo evoluciona esta enfermedad? ¿Cuáles son sus consecuencias? ¿Qué cambios van o pueden producirse en la persona enferma en cuanto a comportamientos y funcionamiento en general?
- ¿Cómo puede ayudar a la persona enferma para contribuir a su bienestar? ¿Qué tipos de cuidado debe proporcionarle?
- ¿Qué recursos y servicios tiene disponibles y puede utilizar para encontrar ayuda y asesoramiento? ¿Cómo puede acceder a estos recursos y servicios? ¿Qué tipo de ayudas puede necesitar?
- ¿Cómo puede corregir los comportamientos inadecuados de la persona enferma?
- ¿Cómo debe actuar ante situaciones concretas (familiares, económicas, etc.) que le resultan problemáticas o difíciles de afrontar?
Es importante que el/a cuidador/a entienda que buscar ayuda no es fracasar, por lo que no tiene que sentirse mal si considera que él o ella no puede llevar esa carga solo/a. La ayuda es una estrategia más, una herramienta, de hecho, fundamental, una manera de contribuir al bienestar de sí mismo y de la persona enferma.
En esta etapa, el cuidador suele realizarse preguntas del tipo “¿por qué me ha tocado a mí?”, sin conseguir encontrar respuesta para ellas.
También suele enfadarse ante esta situación que se escapa de sus manos y no puede controlar.
Conforme aumente la dependencia de la persona cuidada, la cuidadora puede sentirse frustrada e incluso más enfadada (o quemada) que al principio.
3. Reorganización
Las nuevas responsabilidades cargan la vida de la persona que cuida, por lo que el enfado y la frustración pueden seguir presentes. A pesar de esto, empieza a ejercer algo de control.
Ya cuenta con el apoyo de la información y los recursos externos. Además, se negocia compartir la responsabilidad del cuidado con el resto de la familia y se tiene una idea más clara de cuáles son los verdaderos problemas a los que hay que enfrentarse y cómo resolverlos.
De esta forma, la persona cuidadora se siente más segura dentro del rol que le toca vivir, aceptando mejor los acontecimientos que le vengan y ejerciendo un mayor control de la situación.
4. Resolución
En esta fase, la persona cuidadora controla la situación y se enfrenta a los acontecimientos con éxito porque tiene más habilidades para hacerlo. Además, es capaz de comunicarse y expresar sus sentimientos y emociones de una forma más correcta y sana.
Aquí, aprende a cuidarse a sí misma, y no sólo a centrarse en la persona dependiente de sus cuidados, consiguiendo sacar tiempo para sí misma y realizar actividades de ocio así como mantener activas sus sociales. Busca de forma activa la ayuda de otras personas y/o cuidadoras con las que compartir sus vivencias y encontrar una comprensión y apoyo mutuo, lo cual puede derivar en nuevas amistades.
Todo esto lo consigue a pesar de que la persona enferma cada vez es más dependiente de ella, lo que demuestra una gran capacidad de adaptación a las circunstancias.
También puede producirse en esta fase el traslado de la persona enferma a una residencia donde sea atendida por profesionales. Sobre todo, esto se da cuando la persona cuidada posee una enfermedad grave que ya la cuidadora no es capaz o no se siente con fuerzas para afrontar con ella y es preferible el ingreso.
Como se ha mencionado al principio del artículo, no todas las personas cuidadoras tienen que pasar necesariamente por todas estas fases. Algunas personas directamente pasarán a la resignación en vez de a la negación, por ejemplo. Esto depende, como todo, de cada caso particular, a pesar de ser fases que se pueden generalizar a la mayoría de los cuidadores.
Referencias
Centeno, C. (2004). [amazon_textlink asin=’8496224546′ text=’Cuidar a los que cuidan’ template=’ProductLink’ store=’httpsmariaves-21′ marketplace=’ES’ link_id=’300f2a61-6ba7-11e7-81d4-11d2a0a98f38′]: Qué y cómo hacerlo. Ed. Alcalá Grupo Editorial.