Muchas veces, por facilitarnos las cosas a nosotros/as mismos/as, realizamos tareas que podrían hacer los mayores por su cuenta. Por ejemplo, si una persona mayor tarda mucho en vestirse, tendemos a vestirla para terminar cuanto antes con la tarea y hacer otra cosa; con la comida igual, le damos nosotros/as para evitar que se manche y vaya más deprisa; y así con un sinfín de tareas. Así conseguimos crearle una dependencia a esa persona, que podría hacerlo por sí misma, pero como tenemos prisa o queremos “hacer las cosas bien”, no se lo permitimos, y lo hacemos nosotros/as de la forma que pensamos que es la mejor.
Sin embargo, esto es un gran error. Al hacer esto, la persona se vuelve dependiente en ese aspecto, y esto se irá generalizando a otros, y su dependencia irá aumentando. A la vez que dicha dependencia aumenta, sus sentimientos de inutilidad, pensamientos de “ya no valgo ni para vestirme”, etc. irán fomentando estados depresivos y aislamiento social.